martes, 15 de diciembre de 2015

Cuando el dolor construye la fe

“Eran veintisiete muchachos que caminaban por la tierra. Pasaron por aquí de nuestra mano y hoy viven en el cielo. Este templo de Dios y esta casa de oración pregonan, Señor tu misericordia mantiene imperecedero su querido recuerdo”. (Retiro de San Javier del Valle)

Mucho verde. Rocas y flores. Un silencio casi sagrado. El aire puro de la paz serena y sólo el ruido de una cascada es lo que se respira al llegar al corredor interior de la Casa de Retiros Espirituales San Javier de Valle, llena de los típicos geranios merideños.
A entrar se observa un ábaco de madera con 27 nombres de jóvenes estudiantes. ¿Qué significa?...
Era viernes. 15 de diciembre de 1950. Comenzaban las vacaciones navideñas en el colegio San José de Mérida, dirigido por los Padres Jesuítas, y los jóvenes esperaban pasar esos días con sus familiares. Un avión comercial sale con destino a Caracas. Huele a Navidad. Suben 27 alumnos. El avión bordea la Sierra Nevada y remonta las cimas de Apartaderos. De repente, la nave se estrella en el páramo Los Torres, municipio Monte Carmelo, en el estado Trujillo.
Comienzan las llamadas angustiosas de los padres impacientes que aún mantienen las esperanzas de encontrar muchachos con vida. Pero luego d días de zozobra, se lee el titular de prensa: “Todos muertos”.
A partir de ese momento, el dolor de tantas familias se une para mantener imperecedero el recuerdo de los 27 jóvenes estudiantes que alegremente abordar avión con la emoción y el espíritu Navidad.
Hoy día, a 40 años de la tragedia, la belleza del lugar escogido para recordar a los jóvenes nos acerca a la armonía perdurable. No hay tristeza… hay paz.
Al final de un largo corredor, está la capilla, construida toda en caoba. Obra del maestro Jesús Berecíbar, padre de nuestro compañero de trabajo Josu Berecíbar Aramburu, supervisor de Artes Gráficas y quien accedió a contarnos parte de esa historia.
Éste es el relato de Josu Berecíbar Aramburu de hace 25 años, en una entrevista realizada a la autora de este relato Zorely Figueroa en 1990.
- Yo vivía con mis tíos, padres de uno de los jóvenes que se mató en el accidente y que era mi primo: Jon de Berecíbar. En ese entonces el padre José María Vélaz, rector del colegio San José de Mérida, habló con mi tío y le refirió la necesidad de hacer algo en memoria de los jóvenes.
Yo, que tenía 18 años, sabía tallar la madera, arte que había aprendido a su vez de mi padre, quien se encontraba en el país vasco y estaba próximo a venir a Venezuela.
Los primeros días de 1951 viajé a Mérida. Se comenzó a preparar el terreno del Valle se hicieron algunas cabañas y se arregló el embalse. La primera cabaña se llamó Monte Carmelo, en memoria del lugar donde cayó el avión, en el estado Trujillo.

     

El artífice del trabajo de la capilla fue mi padre, él me daba las orientaciones y yo seguía con la obra. El retablo, el comulgatorio, el púlpito, las esculturas, todas las figuras, adornos y símbolos fueron tallados a mano en madera de caoba. Pudiera enumerar pieza por pieza. En la mesa del altar, en la parte alta, están los nombres de cada uno de los muchachos. La mesa tiene dos columnas salomónicas en estilo barroco, con talla de hojas y frutos y un panel central. Todo el trabajo de escultura fue compartido entre mi papá y yo.
Toda la capilla es un símbolo escultórico a los muchachos, cuyos rostros están también tallados en el Púlpito. Fue un arduo trabajo que culminó - en taller, es decir, aún sin color, ni pulitura, sin montar -, a mediados de 1953.
El maestro Berecíbar se radicó definitivamente en Venezuela donde murió hace 35 años en la Isla de Margarita, en la que fundó la Escuela Artesanal de Santa Ana.
Por su parte, Josu quien comenzó a trabajar en Creole en 1954. Murió el 26 de septiembre de 2015 en la Enfermería Provincial a los 80 años de edad.
La Casa de San Javier del Valle, que se construyó con dolor en memoria de los 27 estudiantes, es hoy día un centro de retiro espiritual, donde se busca el sosiego, la paz interior y el acercamiento con Dios.
En este mes de diciembre, mes de reflexión sobre el amor, el sacrificio y la meditación de lo profundo, quisimos recordar esta historia que hace 65 años hizo repetir al unísono: “¡Quédate con nosotros, Señor!”.