La política y la familia son como las drogas y
el alcohol, no se deben unir. Es tan mortífero tener una conversación de
política entre parientes que piensan de forma distinta por sus preferencias
partidarias, más en estos tiempos donde no pueden esperar respuestas pacificas
por que siempre vienen acompañadas de palabras un punto grotescas y llenas de
un tanto tonos de insignificancia, y cuando me refiero a la insignificancia es
que las mismas carecen de sentido o sentimiento, no son medidas o premeditadas
antes de salir de su boca. Es por eso que muy poco tengo conversaciones
partidistas con mi familia, me gusta más cuando las debatimos en Facebook porque
sabemos que quedarán allí, que no se comentarán cuando estemos frente al otro;
y espero que siga conservándose de esta manera.
He visto incluso como el querer tener la razón
los pone en conflicto de ideas, afortunadamente sin nada físico. Sin embargo,
cuando es en red social sobresale quizás un poco de ese sentimiento fascinante
que los líderes preferentes de cada quién imprimen, al punto de dejar escapar
esas palabras que como consignas se han encintando en sus lenguas, en nuestras
tal ves, pues no se puede discutir que si en algo nos identificamos en nuestras
preferencias ideológicas es que nos pringamos tanto con los ideales de estos
líderes, todos en general, que nos olvidamos de que con quien estamos
debatiendo es el primo, la tía, el padre. Entonces cuando recapacitamos ¿Es esto lo que yo quiero para mi familia? ¿Es esto lo que yo quiero para mi
pueblo?
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